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filosofía y tiempo

Hace más de mil seiscientos años que San Agustín, con agudeza notable, expresase: «Pero, ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá fácil y brevemente explicarlo? ¿Quién puede formar idea clara del tiempo para explicarlo después con palabras?Por otra parte, ¿qué cosa más familiar y manida en nuestras conversaciones que el tiempo? Entendemos muy bien lo que significa esta palabra cuan­do la empleamos nosotros y también cuando la oímos pronunciar a otros.
¿Qué es, pues, el tiempo? Sé muy bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.» (Confesiones, XI, 14).
Saber «qué es» el tiempo cuando nadie nos lo pregunta, y dejar de conocerlo en el momento mismo de comenzar a explicarlo constituye, a primera vista, un hecho de naturaleza sorprendente.
No obstante, su carácter inesperado se disipa a medida que tomamos conciencia clara de la multitud de paradojas que nos asaltan debido al uso inevitable del lenguaje, pues éste se configura por medio de palabras, conceptos y estruc­turas que por su pro­pia naturaleza verbal ya pertenecen al dominio del tiempo.
Puesto que he­mos sido nosotros quie­nes así lo hemos elaborado con el fin de comunicarnos con, y entre, nosotros mismos, quizá quepa suponer que su temporalidad inherente constituya el reflejo de una relación esencial y reveladora entre el tiempo y el individuo quien, desde la posición ya tem­poral de su propio marco vivencial, reflexiona, conversa y escribe acerca de él.

Dentro de la esfera de la filosofía del tiempo se recogen las diversas respuestas que a través de los siglos, y de las distintas corrientes filosóficas, han aportado diferentes autores al interrogante fun­damental referido al tiempo.
Así, desde la extendida imagen del «río», planteada por Herá­cli­to como metáfora de su naturaleza, hasta los acoplamientos neuronales propuestos por Varela y otros autores en el ámbito de la neurofenomenología, pasando, a modo de ejemplo, por «la imagen móvil de la eternidad» que emana de la mítica cosmológica platónica, «el número del movi­miento» en el análisis fisicista de Aristóteles, «la distensión del alma» derivada de la perspectiva psicologista de San Agustín, o «la forma a priori del sentido interno» que resulta del enfoque crítico por parte de Kant, el camino recorrido ha sido largo, aunque de muy errática trayectoria
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