El conocimiento del tiempo a través de la física trae muchos interrogantes y dificultades no resueltas y puede llevarnos a fascinantes y fantásticas especulaciones que pueden superar a la más osada ciencia-ficción.
Es un error muy común cuando pensamos en el concepto de tiempo. apelar al movimiento constante e irreversible del agua en un río sereno …‘El tiempo fluye’, ‘¡Qué rápido pasa el tiempo!’, ‘El tiempo no vuelve’. Ahora bien, ¿desde dónde y hacia dónde fluye el tiempo? ¿A qué velocidad pasa el tiempo?; ¿a 60 minutos por hora? ¿Desde dónde no vuelve?
Esta metáfora contiene la falacia lógica de la circularidad: no podemos explicar al tiempo porque el movimiento del agua en el río es el cambio de posición respecto del tiempo, ¡qué es lo que queremos explicar!.
Otra metáfora confusa es asociarle al tiempo una existencia objetiva similar a la que le asignamos a los objetos materiales.
Podemos ‘perder’ tiempo o ‘ganarlo’. ‘El tiempo es oro’. Pero, ¿dónde está guardado el tiempo que no se pierde? ¿Cuántos quilates pesa un segundo?
En contraste con la complejidad y abstracción del tiempo tenemos objetos, sistemas físicos, extremadamente sencillos y bellos (los antiguos, no los actuales de cuarzo) que se usan para medir el tiempo.
Los relojes son sistemas físicos que pueden estar en diferentes estados visitados periódicamente, por ejemplo cada vez que el péndulo vuelve a su posición inicial, y de esta forma determinan una unidad de medida de tiempo.
La complejidad del tiempo y la simpleza del reloj nos sugieren definir el tiempo en forma operativa como ‘aquella cosa que se mide con una cosa que se llama reloj’.
Esta opción, adoptada por muchos pensadores, nos permite zafar de la trampa del tiempo pero no es totalmente satisfactoria porque no resuelve nuestra inquietud sobre él, y además cae fácilmente en la falacia de circularidad.
Es un desafío definir o explicar lo que es un ‘reloj’ sin usar para nada el concepto de tiempo que se pretende definir. (En la descripción dada arriba de lo que es un reloj, se usó el concepto de periodicidad que no es otra cosa que la repetición, en el tiempo, de un estado del sistema.)
Es un error muy común cuando pensamos en el concepto de tiempo. apelar al movimiento constante e irreversible del agua en un río sereno …‘El tiempo fluye’, ‘¡Qué rápido pasa el tiempo!’, ‘El tiempo no vuelve’. Ahora bien, ¿desde dónde y hacia dónde fluye el tiempo? ¿A qué velocidad pasa el tiempo?; ¿a 60 minutos por hora? ¿Desde dónde no vuelve?
Esta metáfora contiene la falacia lógica de la circularidad: no podemos explicar al tiempo porque el movimiento del agua en el río es el cambio de posición respecto del tiempo, ¡qué es lo que queremos explicar!.
Otra metáfora confusa es asociarle al tiempo una existencia objetiva similar a la que le asignamos a los objetos materiales.
Podemos ‘perder’ tiempo o ‘ganarlo’. ‘El tiempo es oro’. Pero, ¿dónde está guardado el tiempo que no se pierde? ¿Cuántos quilates pesa un segundo?
En contraste con la complejidad y abstracción del tiempo tenemos objetos, sistemas físicos, extremadamente sencillos y bellos (los antiguos, no los actuales de cuarzo) que se usan para medir el tiempo.
Los relojes son sistemas físicos que pueden estar en diferentes estados visitados periódicamente, por ejemplo cada vez que el péndulo vuelve a su posición inicial, y de esta forma determinan una unidad de medida de tiempo.
La complejidad del tiempo y la simpleza del reloj nos sugieren definir el tiempo en forma operativa como ‘aquella cosa que se mide con una cosa que se llama reloj’.
Esta opción, adoptada por muchos pensadores, nos permite zafar de la trampa del tiempo pero no es totalmente satisfactoria porque no resuelve nuestra inquietud sobre él, y además cae fácilmente en la falacia de circularidad.
Es un desafío definir o explicar lo que es un ‘reloj’ sin usar para nada el concepto de tiempo que se pretende definir. (En la descripción dada arriba de lo que es un reloj, se usó el concepto de periodicidad que no es otra cosa que la repetición, en el tiempo, de un estado del sistema.)
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